UN VIAJE A LOS CONFINES DEL MONTE VINDIO
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UN VIAJE A LOS CONFINES DEL MONTE VINDIO

Emociones de un viaje entre Poncebos y Sotres

Es posible que el monte Vindio haga referencia a los Picos de Europa en todo su conjunto. Vindio significa «blanco» en lengua celta, relacionándolo con las cimas nevadas de los mencionados Picos. En esta crónica queremos abrir un mensaje de buena esperanza con un relato sincero de un caminante enamorado de la madre naturaleza. Naturae Viventis es la máxima que anuncia el disfrute del paisaje, las montañas y los valles profundos.

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Poncebos. El Espejo de los dioses junto al río Cares.

Es mi intención contaros solamente lo que va por dentro del descubridor de sendas, del amante de los escenarios que elevan el espíritu.

Cuando recorremos una ruta ¿Qué es lo que sientes en lo más hondo del corazón? No trataré de explicar la mejor manera de llegar a este sitio o a aquel, de escribir la historia de cada pueblo o paso montañoso. Apenas unos rasgos. Dejaré sonar las notas de una sencilla balada épica, correspondiendo a una cualquiera de esas composiciones musicales que escucho a menudo por los caminos.

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Salida de Poncebos por la AS-264 en dirección a Sotres. Brumas y encanto de hadas.

Quiero transmitir los sentimientos que inundan el alma del viajero con sensaciones agradables y edificantes ¿Cómo haceros llegar el sin fin de emociones?

Es como dejarse llevar por un río de aguas tranquilas con la seguridad de que vas en la dirección correcta. En ocasiones, el mejor momento es cuando te echas la mochila a la espalda (pese lo que pese) y te lanzas buscando el destino fijado. Y te permites el lujo de poder mirar atrás siempre, en un recodo de una vereda, en medio de la fronda de un bosque o siguiendo el curso de un río cristalino. La emoción llega a lo más hondo, de verdad, porque sientes la fuerza de lo vivo, de las criaturas que rodean el matorral o la arboleda, de los aromas que te trae el viento sano y fresco, no importa cuál sea la época del año.

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Inicio de la ruta encantada hacia Sotres. Equilibrios entre Asturias y Cantabria.

Miras atrás, te permites ese lujo, y descubres otro enfoque que no habías contemplado antes. Te detienes, llenas los pulmones y permites que el espíritu de la madre naturaleza te entre por las venas. Retienes las imágenes en tu memoria para impedir que se vayan nunca jamás, porque para eso has llegado hasta allí. Has elegido una actividad que para otros es rutinaria o monótona. Y muchos no querrán nunca abordar ningún camino, porque se ven lejos de ese esfuerzo. Pero desvelar los secretos de esos parajes perdidos entre macizos rocosos o praderas sin fin es una misión que merece dar un paso al frente y adelantarse a la pereza.

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Primeros pasos por la carretera siguiendo el curso de río Duje.

No hace falta que me den ánimos para emprender una ruta, sea donde fuere. Lo único que puede retenerme es ser consciente de mis limitaciones, porque no soy ningún atleta ni nada semejante, así que pienso primero y actúo después.

Ahora bien, una vez elegido el viaje, es imparable el afán de cubrir etapas que a buen seguro se convertirán en algo inolvidable.

Ante todo está la evocación, esa faceta de la mente que te traslada a otros mundos o épocas, cuando la vida se basaba en tradiciones más sencillas, entroncadas con el medio natural.

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El rio Duje según parte de su confluencia con el río Cares en Poncebos, Asturias. Picos de Europa.

Si el viaje consiste en una duración de varios días haciendo noche por ahí, salir cada madrugada del lugar de hospedaje representa un ritual magnífico. Porque nunca es igual. Cada lugar contiene elementos únicos. Por ejemplo, partir del pueblo de Poncebos junto al río Cares y su embalse de aguas puras al pie de los Picos de Europa es una experiencia única.

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Recuerdo que nos recibió la mañana con una fina lluvia pero que apenas se notaba, era curioso de ver. Una cortina húmeda en la lejanía bañando laderas y nosotros a pie por la carretera AS-264 en dirección a Sotres. Íbamos a haber tomado una senda junto a paredes de roca, casi colgadas sobre el abismo. Pero era demasiado riesgo, demasiada humedad resbaladiza. La mejor opción la teníamos más al alcance desde luego. Casi 12 Km de camino asfaltado pero no menos maravilloso y cargado de vida.

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Túneles excavados en el macizo de los Picos de Europa. Nos adentramos en el corazón de la montaña.

Abordamos túneles excavados en la caliza montañosa, acompañados por el sonido relajante de riachuelos que conducen las aguas del río Duje. A ambos lados de la carretera la montaña se divide en formaciones a cada cual más sugerente. Hay huecos en sus paredes que parecen entradas a cuevas. Otros son simples fisuras pero que entrañan misterio y te empujan a percibir el canto de las náyades del bosque.

Al final de una curva dada se abre un puentecito de piedra. La fina lluvia nos obliga a echarnos encima una capa impermeable. Pero no renuncio a fotografiar el paraíso.

Sería capaz de permanecer mucho tiempo inmortalizando momentos pero hay que seguir. Y tras el mínimo puente, otro descubrimiento. A lo lejos en la margen izquierda veo unas casas aisladas, lo más probable es que sean invernales para guardar el ganado. Preciosas tejas rojas cubren sus techos donde las gotas de lluvia resbalan con suavidad. Son el preludio de Tielve.

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De Poncebos a Sotres. Humo y brumas en Tielve.

Se abre un inicio de cuesta con pendiente considerable, con varias curvas y contracurvas que te hacen dirigir la mirada a la lejanía abandonada tras tus pasos. Y en un instante de los muchos en que giras la cabeza, lo ves. Ves un abigarrado conjunto de casitas, ya con categoría de aldea, y contemplas cómo el humo serpentea a los vientos cuando abandona las chimeneas. El hogar está encendido. Templado hogar, cálida compañía. Es el poblado de Tielve.

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Una ensoñación tras otra. Faunos, ninfas, Anjanas o Náyades parecen desplazarse inquietas. La ruta nos cautiva.

Tielve

Siguiendo el trazado que nos habíamos marcado, entre los Km 5 y 6 hollamos el pueblito de Tielve, un encanto encajado en mitad del Parque Nacional de los Picos de Europa. Tielve es un lugar ganadero y quesero ante todo, donde vemos en el momento de cruzarlo cómo un remolque cargado de buen abono es transportado a alguna hacienda de labranza. Presumen de tener el mejor queso azul del mundo. Claro, estamos en el concejo de Cabrales.

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Macizo de los Urrieles en los Picos de Europa.

Lomas y collados entre gigantes

Enseguida recuperamos los aromas montañeros del bosque alto y húmedo, donde varias riegas (arroyos) bañan de vida el suelo calizo. Enfrente, contemplamos la loma que da lugar al Collado Pandébano, por donde una ruta paralela al borde de los barrancos abisales nos habría conducido al mismo Sotres… si hubiéramos arriesgado lo necesario.

Pero el clima no daba para más. La ruta de Poncebos a Sotres nos trasladó con buen pie hasta nuestro destino, no sin antes hacernos disfrutar con cada rincón del entorno. Un muro de roca nos sorprendió a nuestra izquierda, cargado de musgos y líquenes, como si desde el Paleolítico no hubiese transcurrido el tiempo.

Muros de musgo y líquenes contribuyen a aumentar el encantamiento.

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Bellas sorpresas en el macizo de los Urrieles. Picos de Europa, entre Asturias y Cantabria.

Gotas de vida que salpican el monte Vindio

Ocasionalmente, algún quebrantahuesos junto a buitres y alimoches nos observan desde las alturas, quién sabe lo que rondará por sus rapaces cabezas. Ya en tierra, esperábamos ver gatos monteses, martas, armiños, pero quienes conocen la zona hablan solo de nutrias y comadrejas, ávidas de aire puro para oxigenar su colecta de frutos del bosque. Robles, hayas y acebos se encargan de añadir notas de color al magnífico paisaje.

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Contemplamos el horizonte intentando divisar algunas rapaces propias de la zona como el águila real o el alimoche.

Cumplimos con paradas obligadas para dar fe de tanta belleza. Una dulce melodía épica parece flotar en el ambiente. Un himno procedente de pueblos antiguos, como los poblados celtas cuyo legado histórico ha enriquecido estos parajes desde el siglo I antes de Cristo.

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Un embrujo ancestral rodea toda esta ruta descubriendo el Vindio de los Celtas.

El celta era un pueblo propenso a otorgar carácter divino a los fenómenos naturales. El espíritu arrojado que mostraban los celtas en combate encontraba inspiración en el <Monte Vindio> o “Mons Vindius”. Este era su Dios, al que veneraban. El significado es “Monte Blanco” pues se refería a las rocas calizas de pálida superficie que destacan sobre los macizos Central y Occidental.

Un arroyo de vida fluye fresco y diáfano junto a nuestros pasos.

Bosques de ensueño

Avanzamos, y entre todas las cumbres del macizo de los Urrieles sumergido en los Picos de Europa alcanzamos las estribaciones de “Cabeza de Mesa” y el Pico de Main. Entre ambos se halla la llamada “Cueva del queso”. Esto no es singular en esta región pues está plagada de cuevas dedicadas a elaborar el afamado queso de cabrales de tanta tradición y degustación deliciosa. El monte Vindio nos regala ese placer.

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El ambiente captura nuestra esencia más vital y la traslada al interior de la montaña.

Estamos sobre el Km 8 de la AS-264 que nos conduce desde Poncebos a nuestro destino en Sotres. Cada mirada a la panorámica que nos rodea es un tramo más que ganamos para elevar el espíritu.

El caminante eterno en el que nos hemos reencarnado, representa a todas las épocas. No hay distinción de culturas o grados de conocimiento. Como ellos, descubrimos a cada paso una maravilla más.de_Poncebos_a_Sotres_marcosplanet

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Sotres está cada vez más cerca. Al mismo tiempo, no queremos alejarnos del todo del paraíso que ofrece el monte Vindio.

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Monte Vindio o los Urrieles

Frente a nosotros, en el lado opuesto al de las cuevas encontramos un gigantesco orificio natural entre perfiles de roca erosionada por aguas y vientos durante siglos. No he encontrado un nombre para dicha oquedad. Nido de águilas la he llamado.

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Nido de águilas, camino de Sotres (Cantabria).

Como romántico y soñador empedernido, dibujo este trazo de un viaje donde el espíritu aventurero flota entre todo lo demás y domina finalmente el trayecto.

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Ya se divisa Sotres junto a los Picos de los Urrieles allá al fondo.

El espíritu del Vindio nos acompaña hasta el final

Llegamos a Sotres, no sin antes subir una cuesta de pendiente encarnizada. Un enemigo que se opone al reconocimiento de nuestra traza heroica atravesando los Picos de Europa, cuna de lo que los romanos bautizaron como “Monte Vindio”, rindiendo homenaje a los celtas. Se llena de evocación el espíritu.

Consulta el MAPA DE RUTAS. Y disfruta de este camino bendito de Poncebos a Sotres.

Os saludamos desde este artículo y os invitamos a volver de nuevo para conocer los secretos del camino a los puertos de Áliva y, por ende, a Espinama.

Salud y suerte!!

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